jueves, 28 de febrero de 2008

Monólogo. Las bodas.

He recibido una invitación para una boda, y como dicen por ahí, todo es gastar dinero, y eso que somos nosotros los invitados (no quiero pensar si fuera yo la que me casara...)

Lo primero es el traje, que más que ir vestido, vas disfrazado, que si la pamela, esos tacones con los que nunca supiste andar, y ese traje tan mono de la comunión de tu primo, que casi ni te entra, pero como dice tu madre " hay que aprovecharlo todo".

Luego tienes que esperar media hora en la puerta de la Iglesia esperando a que lleguen los novios, y ahí estás tu como una tonta con gente que ni siquiera conoces que te dice: "¡Ay! ¡Pero que guapa estás! ¡Qué grande estás! ¿Te acuerdas de mí?" y tú con una cara de tonta pensando, ¿pero no ves que no?

Cuando ya estás en la Iglesia, te toca al lado de las tías del pueblo, que claro van todos los domingos a misa y se saben el repertorio completo de las canciones y te miran de manera rara cuando mueves los labios para disimular y nunca sabes cuando te tienes que poner de pie y cuando sentarte.

Ahora llega lo mejor, ya ha terminado la ceremonia y todos estamos fuera de la Iglesia apelotonados esperando a que salgan los novios, ¿para qué? ¡Pues para tirar un puñado de arroz! que por cierto, después de tenerlo en la mano desde hace media hora, se te empieza a pegar, y cuando lo vas a tirar solo can 4 granos (Pff, pues vaya...) Y claro no podía faltar el típico gracioso que en vez de tirar arroz parece que tira piedras, y los pobre novios intentando sonreír y acordándose del padre, del abuelo y media familia más del niño.

Luego nos repartimos en los coches, y te toca ir ente un montón de gente, que no está precisamente delgada. y llegas tu con tu vestido arrugadísimo, pero piensas y le buscas el lado bueno, como me quedaba pequeño digo yo que no se me notaran tanto las arrugas ¿no?

Ahora llega al banquete, todo muy bonito, precioso, un montón de cubiertos que no sabes ni cómo usarlos, y allí llega el camarero, con retraso por supuesto, y tú muerta de hambre que ya no te queda ni pan para comer, pero por fin te trae el plato súper grande (pff.. Cómo me voy a poner...) pero para tú sorpresa ¡está casi vació! Todo riquísimo, pero ¡me he quedado con hambre!

Y, por último el baile. Esa música que ponen, que ya no sabes ni como se bailaba, y llega tu tía por detrás u te saca a bailar, sí, justamente delante de ese chico tan guapo que no sabes de quién es familia pero no te importaría nada que te lo presentaran, y te arrastra por toda la pista haciendo el ridículo mientras vas pensando... ¡NO VUELVO A VENIR A UNA BODA!